Las tradiciones milenarias de la cordillera de “Los Andes”, se trasladaron kilómetros y kilómetros hacia la costa atlántica, y llegaron hasta el histórico Pinar del Norte donde, abrazados por el espíritu de don Carlos Gesell, el Consejo de Amautas del Tawantinsuyu, realizó oficialmente la apertura de los Carnavales.

Fue en aquel rinconcito en medio del Pinar fundacional, donde se realizó la ceremonia y demostraron, que en la cultura andina la dualidad de género, es un complemento indispensable y vital para el universo mismo. El Sol y la Luna, el hombre y la mujer, están en una perspectiva horizontal donde no existen diferencias. En esta pequeña muestra, la igualdad de género se hizo sentir incluso, en el plano religioso y artístico. Algo que las sociedades actuales debemos aprender.

Los mallkus (él y ella) invocaron y desenterraron, como explicaron, el espíritu carnavalero. El trigo, la hoja de coca, el incienso, y las telas (awayos) tejidas a mano, representaron un escenario místico en analogía con los altares de allá en la cordillera.

Luego, peregrinaron por Avenida Buenos Aires hasta llegar al Predio Carnavalero de Boulevard y Paseo 101. La música entonces arremetió en el escenario principal, y respetó la consigna de igualdad: Primero el Dúo Moreno con Hilda Graciela Watkins y Héctor Reinaldo Ifran; seguidos por el Dúo Wari y Kantuta de Javier Ríos y Mariel Camillo, cerrando con Elba Torres y Pedro Nolasco Cervantes.

El final, en un gran potencial de energía y color, lo aportó la danza Boliviana Tinku, que hizo vibrar las tablas y se robó el aplauso de una gran cantidad de público, que asistió a la previa del carnaval geselino.

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