El punto de partida de la gestión de Daniel Angelici en Boca no pudo ser mejor. El Xeneize era campeón invicto y River jugaba en la B. Las discusiones en el marco del supuesto saneamiento económico que lograron el «Tano» y los suyos es harina de otro costal. Ese famoso «superávit» no significó armar un plantel en 8 años a la altura de la historia por ende, que el logro quede para los amantes de las hojas de calculo. Boca esta en las puertas de un fin de ciclo.

Angelici no logró encontrar su Carlos Bianchi, y cuando lo tuvo no se la hizo fácil. Mucho de su andar en el club es similar a los primeros años de Mauricio Macri como presidente. Rumores de pasillo, contrataciones alocadas, toneladas de jugadores, mucho marketing y poco fútbol. El poco fútbol del insipiente macrismo allá por mediados de los 90’s tiene un punto que difiere con la actualidad: River ganaba todo, pero jugaba con Boca y perdía. Y luego claro, Macri si tuvo a Bianchi.

Algunos dirán: «Angelici no sale a la cancha» y es verdad, como tan verdad es que la única cara visible que se repite en estos años de duras derrotas en fases definitorias (y no solo contra el máximo rival) es la de Daniel.

Pasaron técnicos y jugadores con un mismo resultado, pasaron contrataciones rutilantes, pasaron ídolos, pasaron los años y Boca cada vez parecía menos fiel a su historia. Y quizá ahí este la clave.

El peor enemigo de Boca no es Daniel Angelici, sino lo que ha representado, el peor enemigo de Boca no es una persona, es haber dejado de lado al pueblo por tribunas (según afirman socios) llenas de turistas, es haber privatizado el club, es cerrarse al barrio, es querer abandonar La Bombonera, es olvidar otras disciplinas, es no pelearla cuando nos meten la mano en el bolsillo, es prometer jerarquía y traerla a medias, es priorizar ventas millonarias por sobre los intereses deportivos, es maltratar a los que construyeron la historia, es frivolizar el ADN, el peor enemigo de Boca, es que dejó de ser Boca.

Para colmo, River está en su mejor momento tanto deportivo como de «relaciones internacionales», y para colmo ya no se le gana con la camiseta y como si esto fuera poco nos cruzamos a cada rato, como si alguien estuviese conspirando para que todas las falencias enumeradas del mundo Boca queden mas expuestas que nunca y los de Nuñez puedan, por merito propio y algún contacto, festejar y festejar.

Ya no alcanza con recordarles el descenso, ya no alcanza con hacerles saber que la historia es azul y oro, Boca necesita reconstruirse, Boca imperiosamente necesita encontrar un eje de gestión que entienda que es un Club Atlético Popular, necesita saber que aquel que viene a ponerse la camiseta tiene que querer hacerlo, que hay que formar hombres y mujeres a la medida, Boca tiene que volver a ser de todos, de los socios, de los hinchas, de los que amamos nuestro estadio, a nuestros ídolos y sabemos que el «Esto es Boca» no es una frase marketinera.

«Esto es Boca» es una declaración de principios, somos garra, corazón y gloria, somos Riquelme, Maradona, Rojitas, Rattin, Suñé, Blas y el Chicho, entre tantos otros.

Somos Armando y Alegre, somos pueblo y carnaval. Podremos tener malas campañas, podremos no ganar algo por algunos años pero cuando Boca vuelva a conjugar lo que metafóricamente eso significa, y lo plasme en todo el Club, Boca, volverá a ser Boca.

Quizá exista otra explicación, pero quien escribe lo hace desde un sentido de pertenencia, equivocado o no, es con el corazón, no contra una persona, sino a favor de reflexionar que llevó a Boca a ser el club mas grande de todos, y que llevó a nuestra institución a vivir estos tiempos tan turbulentos. Soy hincha, no socio, hablo desde afuera y lejos de Brandsen 805, solo escribo porque nací bostero y voy a morir bostero como todos ustedes.

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