Por Ricardo Dávalos

“El arbitraje de Mauro Vigliano fue determinante” dice Arruabarrena, “De haber continuado con 11, hubiera sido diferente” asegura el mal expulsado Gago. “Hicieron tiempo, eso era lo que les convenía” advierte Gallardo. “El campo de juego no permitió hacer nuestro fútbol”, continuó el Muñeco.

Lo cierto es que los protagonistas de ambos bandos tuvieron las mil y una excusas para espetar luego del empate en el Monumental. Boca tuvo y tiene mucha razón en la queja sobre el penal mal sancionado y la siguiente expulsión de Fernando Gago. Tuvo y tiene razón en la queja sobre la NO expulsión de Mercado, ya que la jugada en la que es amonestado, es igual a la que sí le muestra la roja a Funes Mori. En fin, vale la pena aclarar que el desarrollo del juego, antes de quedar con un hombre de menos, no mostraba a Boca como Huracán del 73 ni la revolución del fútbol que inventó Rinus Michels. Nada de eso. Se encontró con un gol facturado con inteligencia, sí. Nada más.

River por su parte tardó una eternidad en entender lo que sus rivales habían captado casi desde el primer minuto. Jugar con pelota al aire. Llovió, se inundó la cancha, no se puede jugar…barbaro, ¿Qué hacemos? Ingenuidad total. Vangioni quería jugar a lo Roberto Carlos y Teófilo Gutiérrez tirar caños como Erviti. Ponzio y Funes Mori los más avispados por esos momentos, enviaban centros constantemente. Por esto, Boca poquito y nada y River poquito y nada. A todos los protagonistas les sirvieron los alicientes que tuvieron a mano para decorar la NO victoria. Boca el árbitro (le anularon un gol legítimo a River) y River el césped (debió terminar con nueve jugadores).

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