En el marco del Día Internacional de la Toma de Conciencia de la Tartamudez, Marisa Socolobsky, de la Asociación Argentina de Tartamudez, conversó con Radio Noticias Web.

“Ya se sabe que, en la tartamudez, hay un factor genético: lo que hereda la persona que se traba para hablar es la predisposición para contraer una tartamudez”, explicó y agregó: “Para que la tartamudez aflore, esta predisposición genética tiene que combinarse con factores de estrés ambiental en el contexto en el que está siendo criado el chico en sus primeros años de vida”.

En este sentido, mencionó que “una mudanza, el nacimiento de un hermanito o el fallecimiento de un familiar o de una mascota” pueden incidir en el desarrollo de la tartamudez.

La especialista, de todos, aclaró: “Por sobre todas las cosas, el lenguaje lo aprendemos por el modelo de los adultos, generalmente por nuestros padres. Todo lo que constituye un modelo acelerado del lenguaje, un lenguaje de mucha intelectualidad o muy elevado para un nene chiquitito que está aprendiendo a hablar, podría hacer que aflorara la tartamudez si el nene vino con esta predisposición a trabarse”.

La importancia del tratamiento

“La tartamudez aparece entre los 2 años y medio y los 6 años: si la abordamos ahí con tratamientos específicos y por medio de una fonoaudióloga, esa tartamudez desaparece, con lo cual cambia la historia de esa persona. Ya no va a estar presente el sufrimiento que trae aparejado el hecho de convivir con la tartamudez”, sostuvo Socolobsky.

La experta insistió en que el tratamiento debe comenzar a temprana edad: “Cuando sos chiquitito, el síntoma es puro. Pero si la persona convive con el síntoma, empieza a hacer cosas para no trabarse, se reprime y el síntoma comienza a intoxicarse, las trabas se vuelven cada vez más complejas”.

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